En el proceso participó la firma Oleoflores, que se encargó de asesorar a los labriegos.
Fuente: El Tiempo y eltiempo.com
En el proceso participó la firma Oleoflores, que se encargó de asesorar a los labriegos.
Los cultivos de palma africana han estado ligados, en muchas zonas del país, a la deforestación continua de bosques y zonas de importancia ecológica.
Se arrasan selvas para introducir fragmentos de estas plantas, con el argumento de que, muchas veces, se convierten en una única alternativa económica que puede dejar desarrollo para municipios muy pobres sometidos a la ausencia de inversión.
En medio de la controversia entre conservar y explotar, acaba de surgir un camino a lo largo del cual se puede lograr un equilibrio.
Mil campesinos de la región del Catatumbo están liderando el primer cultivo de palma sostenible, asesorados por la embajada del Reino de los Países Bajos en Bogotá, Fedepalma, la alcaldía de Tibú y la Asociación Gremial de Productores de Palma Africana de Campo Dos.
En el proceso participó la firma Oleoflores, que se encargó de asesorar a los labriegos para que lograran procesos adecuados de siembra que no afectaran el medioambiente y que pudieran prolongarse.
Esto se consiguió mediante los criterios de la Mesa Redonda para el Aceite de Palma Sostenible (RSPO, por sus siglas en inglés), una organización internacional creada en el 2004 que promueve la producción de aceite de palma sostenible.
A raíz de esta alianza, de los mil campesinos involucrados ya hay 250 comercializando materias primas extraídas de sus cultivos.
Las venden a empresas productoras de alimentos y detergentes, que las utilizan como insumos en productos de consumo masivo, como aceites, galletas, chocolates, margarinas y helados.
Así mismo, con el cumplimiento de esas normas internacionales, se logra cerrar un compromiso con el consumidor colombiano, que podrá saber que, al comprar productos elaborados con esos insumos, está contribuyendo a la protección de los recursos naturales.
Más allá de la certificación, en el sector rural de Tibú, donde habitan los campesinos que lideran esta opción productiva –que, a su vez, es una región que está afectada por la presencia de grupos armados ilegales y narcotraficantes y por la siembra continua de cultivos de coca–, se incrementó el número de empleos formales, se está frenando la deforestación en algunos sectores, se legalizaron los títulos de cientos de trabajadores, se mejoraron sus ingresos y se garantizó una remuneración justa y seguridad social para los empleados.
“Estamos logrando, poco a poco, que el antiguo productor se convierta ahora en un pequeño empresario responsable con su entorno y generador de paz alrededor del cultivo de palma”, afirmó el embajador de Países Bajos en Colombia, Robert van Embden.
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